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CLIMA

martes, 19 de abril de 2016

El gran monstruo

El gran monstruo
Han pasado muchos años de los cuales estoy encerrado de bajo de esta oscuridad, de la ciudad que me vio nacer y la ciudad que me dio la espalda y me desprecio por ser un anormal, que según las personas de haya arriba no merecía disfrutar de la vida que ellos viven, y los mismos que me mandaron al lugar en el cual ahora estoy.

 Mi destino era el estar escondido debajo de todos, con la oscuridad que es la única que me acompaña, todos me dieron la espalda por ser un monstruo según ellos, desde entonces no he salido a la luz del sol, solo puedo salir de noche cuando todos duermen, bajo la luz de la luna.

Me encuentro solo caminando por esas calles con un caminar nada firme, por mis lesiones que me han causado varias “persona”, que se atrevían a venir a mi casa solo para humillarme más y causarme muchos dolores física y emocionalmente, ellos me convertían cada vez más en un monstruo, algunas ocasiones he sido fuerte y me enfrente a unos de ellos, les hice daño como ellos me lo hicieron a mí, y gracias a ellos, me convertí en un asesino sin que yo lo quisiera, juro que trate de controlarme pero no pude, y a casusa de eso, es que me desprecian aún más, sin saber que ellos mismos fueron los que provocaron esto que soy.

Arrastrando un pie, sigo mi camino hasta que paro y me miro a un espejo y veo mi reflejo, reviso mi cara y me doy cuenta que la gente talvez tiene razón y soy un monstruo, con ese cabello rojo muy maltratado, con esos ojos tan anormales, esa nariz imperfecta, mi piel maltratada por los años y mi condición de vivir, sucio, lleno de cicatrices y sin una sonrisa que adorne mi cara, soy un jodido monstruo deforme, que lo único que tiene es así mismo. No sé qué fue de mis padres, creo que mi madre fue asesinada por haberme dado a luz, y mi padre huyo como un cobarde, abandonándome.

No entiendo porque hago caso a lo que me dicen, he pensado muchas veces en vencer todo el miedo que tengo a que me rechacen si me vuelven a ver y salir, salir de mi oscuridad de todos los miedos que tengo, mi miedo al desprecio, mi miedo a perderme de cualquier modo, es por eso que intento no perderme a mí mismo, porque ya no sabría qué hacer, es otras de las cosas que me impide el salir de este lugar, tengo miedo de no encontrar un rumbo y perderme en el camino.
Termino mi caminata que a diario hago por las noches, pensando en que momento pasó esto, cuestionando mi existencia. Voy camino de nuevo al lugar el cual llamo hogar, hasta que veo una sombra parada en una esquina, era una silueta de una mujer, el miedo rápido se apodero de mí, tenía miedo de que me vieran y me lastimaran de nuevo o yo tener que lastimar a alguien, así que cubrí mi rostro lo más que pude con mi capucha y trate de caminar lo más rápido posible, esperando que la silueta que está ahí no se dé cuenta de mi presencia., paso a su lado y creo que funciono.
-       Hola – escucho decir, no volteo, espero que no se esté dirigiendo a mí, sigo mi camino y siento pasos que van detrás de mí, camino lo más rápido que puedo pero gracias a mi pierna lastimada no puedo hacer mucho, siento los pasos más cerca hasta que toma mi brazo y hacer que gire hacia ella.

-       Te llamaba a ti, porque no me respondiste, mucho gusto, soy Ágata, ¿cómo te llamas? – no sabía qué hacer, estaba muy asustado y confundido, no sabía porque me estaba hablando, que no me está viendo, tiene a un monstruo frente a ella y se comporta como si nada.

-       No deberías, estar hablándome

-       ¿No debería? ¿Por qué?

-       ¿No me estás viendo?

-       Claro que lo estoy haciendo.

-       Deberías tenerme miedo, soy un monstruo

-       He escuchado de eso, aquí se dice que un “monstruo” sale todos los días por las noches a caminar, ¿Por qué lo haces? ¿Cómo te llamas?

-       Me tengo que ir – me fui dejando aquella hermosa mujer detrás de mí, afortunadamente no me volvió a seguir, no entiendo porque me había hablado y no me temió, o me agredió como todos lo hacen, no sé porque ella siendo tan bella, no me hizo nada por ser yo tan feo.

Regrese a mi casa y me encerré en ella, bajo miles de candados sobre la puerta, me acosté en mi cama y dormí, dormí soñando en como seria si no fuera así, si la vida no me hubiera dado este destino que me ha condenado a estar en este desahuciado lugar, con mi soledad y mi oscuridad de compañía.

Paso el tiempo, pasaron noches en las que iba a caminar y en las que la misma mujer estaba ahí, tratando de hablarme, pero yo lo impedía y huía de ella y su belleza, estaba pensando en ya no salir ni en las noches, solo para no ver a aquella mujer de nombre Ágata. Ella es tan perfecta; linda,  piernas largas, cabello liso y largo, abdomen plano y alta, simpática, hermosa, era una belleza y yo, yo… yo soy un monstruo. Esta noche sería la última y espero no encontrármela de nuevo.
Camine las mismas calles, los mismos lugares, y volví a ver la misma silueta en aquella esquina, pase frente a ella como siempre y de nuevo me siguió con su interrogatorio.
-       Sabías que es de mala educación dejar a una dama hablando sola – me dijo pero no respondí – y justo lo estás haciendo

-       No, no lo sabía, es algo que los monstruos como yo, no sabemos

-       Para mí no eres un monstruo, debes saberlo

-       Pero para el resto de la gente si lo soy, así que es mejor que me dejes y dejes de hablar conmigo porque si te ven, te puede ir muy mal

-       Es algo que estoy dispuesta a enfrentar, solo quiero hablar contigo

-       No entiendo porque

-       Si habláramos lo entenderías

Iba a responder, pero justo antes de hacerlo, escucho una detonación muy cerca de nosotros, de pronto mucho humo comenzó a salir por todas partes, veía como sacaban a las personas de su hogar, como jalaban fuera de su casa a mujeres, niños, ancianos, hombres, los tiraban y los mataban con un simple disparo, sin tener compasión, esto era una guerra y yo tenía que sacar a Ágata de ahí, algo en mí, me hizo querer salvarla, no lo pensé y la tome del brazo, comenzamos a huir de ahí hacia mi hogar, no podía tener una buena visión por todo el humo que salía por todas partes, y escuchar los gritos de todas aquellas personas me desubicaba, no podía salvarlas a todas, no podía, pero si podía salvarla a ella.
Corrí lo más rápido que pude, y lo más rápido que mi pierna me lo permitió, me gire para verla y vi en su rostro mucho miedo, por fin llegamos a ese subterráneo en el cual he vivido por muchos años, abro la puerta y entramos, ella se sienta en mi cama con la cabeza agachada, no podía creer que una belleza como ella estuviera en mi casa, pero sabía que solo era para poder protegerla de lo que estaba pasando afuera.
-       Gracias por lo que hiciste por mí, gracias por salvarme de ahí, no puedo creer que haya una guerra, si todo estaba tan tranquilo

-       No es nada, podía hacerlo y lo hice, yo tampoco pensé que pasaría eso

-       Ves, no eres un monstruo, si lo fueras me hubieras dejado ahí y hacer que me mataran como lo estaban haciendo con los demás, tú no eres una persona fea

-       Si lo soy, no ves mi aspecto, todos me temen y me juzgan desde que nací, con estas deformidades, me abandonaron aquí, me humillaron y maltrataron, me hicieron ser un asesino para poder defenderme ante ellos, y por eso me temen aún más y quieren acabar conmigo

-       Pero ellos son los que son unos monstruos, tu no, tu solo eres diferente a ellos y es por eso que te temen, porque le temen a lo diferente

-       ¿Tú no temes de mí?

-       No, no lo hago, ¿me dirás cómo te llamas?

-       Me llamo… me llamo, Aniceto

-       Aniceto, invencible, de gran fuerza.

-       ¿Cómo?

-       Eso significa tu nombre, te queda muy bien el nombre, eres invencible y de gran fuerza, tienes gran fuerza para enfrentarte a todos los que temen de ti

-       Antes de que lo pueda hacer, me matarían

-       Yo te ayudare – me dijo tomándome de una mano y mirándome a los ojos, yo que le temía al poder perderme, creo que me he perdido en esos ojos color miel que tiene, y no me asusta eso.


Después de unas semanas de lo que paso con la guerra, Ágata me ayudo a salir por el día, y pudimos ver todo el destrozo que habían hecho, mucha gente muerta, muchos heridos, necesitaban ayuda, me veían y pedían ayuda, no temían por mí, no temían de aquel monstruo que ellos se encargaron de hacer, Ágata y yo nos unimos a ayudar a las demás personas, en ese momento se olvidaron de lo feo que era y del monstruo al cual le temían y tenían desprecio.
Ellos habían hecho un destrozo más grande de lo que temían que yo hiciera si salía de mi lugar y es que…
La belleza es una maldición para el mundo. Nos impide ver quiénes son los verdaderos monstruos.


Fin. 
               
                                      -JMRC.